Historia de La Virgen de La Guardia
El
Santuario
Este Santuario está construido sobre el Monte Figogna,
cerca de la ciudad de Génova. Entre los Santuarios que entornan
la ciudad de Génova, casi todos dedicados a la Gran Madre de Dios,
aquel de La Guardia fue definido por Benedetto XV: “El Santuario
príncipe de la Liguria tierra”.
El significativo título de honor tiene su base en el hecho de que
probados documentos históricos nos aseguran las apariciones de
la Virgen Sma. ocurridas sobre el monte Figogna el 29 de agosto de 1490.
El monte Figogna, que se eleva cerca de 800. metros sobre el nivel del
mar, domina el valle Polcevera, el más industrial valle de los
alrededores de Génova, donde están instalados hoy numerosos
establecimientos de petróleo.
En los tiempos de las apariciones, el valle entero era predominantemente
habitado por campesinos y modestos artesanos.
De la cumbre del Figogna, dicha también “de La Guardia”,
se domina un sugestivo paisaje que degrada hacia el mar. En los días
más límpidos, los tripulantes de las naves, que llegan de
todas partes del mundo, pueden vislumbrar en alto el Santuario, faro luminoso
para las almas en busca de luz y guía.
La
aparición de la Virgen
En la parroquia de Livellato y precisamente en la localidad dicha “Paretti”,
se había formado un antiguo núcleo de familias, que de la
localidad, tomaron el apellido Paretto.
A una de ellas pertenecía el humilde campesino llamado Benedetto,
que vivía en la segunda mitad del siglo XV, y cuyo nombre está
indisolublemente ligado a Nuestra Señora de La Guardia. El era
un hombre simple, trabajador y piadoso, estimados por sus copaisanos,
y sobre todo querido por Dios y por su Sma. Madre.
Tenía mujer -de la cual ignoramos el nombre- y dos hijos: Pascual
y Bartolomeo. Fue en el monte Figogna que se le apareció la Virgen
María.
Pero el gran acontecimiento, el más grande que registra la historia
de Génova cristiana, no tenemos un relato sincronizado. Sin embargo,
los documentos y las pruebas del hecho son tales y tan simples que lo
rinden absolutamente cierto.
¿Por
qué el Título Virgen de La Guardia?
Esto ciertamente no se lo ha dado la Virgen en su aparición a Benedetto
Paretto: ¿De dónde, pues, tuvo origen?.
Es preciso saber que era uso antiguo cerca de los griegos y los romanos
y otros pueblos colocar sobre los montes, especialmente a lo largo del
litoral, puestos de guardia o semáforos, los cuales deberían
señalar el avecinarse de los enemigos en tiempo de guerra, o también
de naves infectadas en tiempos de epidemia. De estas guardias derivó
el nombre de “Guardia” al lugar mismo donde éstos se
colocaban, y por lo tanto se designaban aquellos lugares “Cabo de
la Guardia”, “Monte de la Guardia”, etc.. El cual puede
haber sido también el nombre dado al monte Figogna, dada su posición
eminentemente estratégica y consiguientemente al Santuario en él
eregido.
Pero la razón principal de este título aplicado a la Virgen
debe ser buscada en la fe del pueblo cristiano, el cual es llevado como
instintivamente a ver la Santísima Virgen como la personificación
de la protección, defensa, guardia, en todos los peligros. Por
19 tanto, sabemos que este título fue dado de tiempo antiquísimo
a la Virgen y no nos maravillaría que la misma Virgen aparecida
sobre el Figogna se haya dado este bello título, que encontramos
en los documentos más antiguos: el analista Mons. Giustiniani,
en 1535, la indica “Nuestra Señora de La Guardia”,
y en un acto de 1574 leemos “Iglesia de la B. V. del Figogna o como
vulgarmente se dice, de La Guardia”.
Y
la Virgen mostró con los hechos ser verdaderamente guardia y protectora
del pueblo genovés. Lo salvó de hecho desde el inicio, de
la herejía luterana, que infectaba toda Europa con inmenso daño
de las almas, mientras Liguria, no obstante el contacto continuo de Génova,
son los herejes de más allá de los Alpes, que la frecuentaban
por razones de comercio, fue totalmente inmune. Y así siempre en
el curso de los siglos N. 5. de La guardia fue defensa, la guardia, el
refugio de los genoveses en todos los peligros, en todas las necesidades,
como atestiguan los votos y péndulos del Santuario, y la voz unánime
de sus devotos.
La narración más antigua de la prodigiosa aparición
es la de la célebre “Memoria” del año 1530.
Este documento dice encontrarnos cerca del año 1490 Benedetto Paretto
sobre el monte Figogna trabajando, mientras esperaba que le trajesen de
su casa algo de comer alrededor de las 10 hs. de la mañana, se
daba vueltas de vez en cuando para ver si venía alguno; y he aquí
que vio improviso una majestuosa Señora que, por la belleza de
su rostro, la dulzura de sus modos, el esplendor sobrehumano que la circundaba,
no se manifestaba como un personaje de la tierra, sino como Reina del
Cielo.
Es fácil imaginar el estupor de Benedetto ante esa aparición
porque siempre tal es el primer efecto que producen en los mortales las
visiones celestes.
Pero la Beata Virgen lo confortó diciéndole dulcemente “No
temas, oh Benedetto. Yo soy María, la Madre de Jesucristo”
e, indicándole con la mano al sitio, le dijo: “Yo quiero
que tú me hagas fabricar una Capilla”.
“Señora, -replicó Paretto-, yo estoy listo a hacer
todo aquello que me encomendares, pero soy tan pobre, y fabricar sobre
este monte tan alto y tan desierto, llevará tanta fatiga y tanto
gasto que yo espero poder hacerlo”. “Benedetto, -replicó
María- no temas; con mi ayuda te será fácil cada
cosa”. “Y bien, -concluyó Paretto- en Vos confío,
oh, mi Señora, pondré manos a la obra encomendada”.
Y la Virgen, alzándose hacia el cielo, dejó el alma de Benedetto
plena de celeste consolación. Solamente deseoso de hacer conocer
a todos la celeste aparición, bajó rápidamente del
monte hacia la propia casa.
Pero su mujer, al oír aquello que de la aparición contaba
su marido, por incrédula lo escarnió. Y Benedetto, por este
escarnio quedó tan abatido y humillado, que no osó hablar
más de esa aparición.
Un día Benedetto, al ir hacia el trabajo, subió sobre una
higuera para desayunar. La rama sobre la cual tenía el pie se rompió,
y él se cayó a tierra, quedando tan mal de esa caída
que fue llevado en brazos por otros hombres a su propia casa, y los médicos
lo dieron por muy grave. Y el pobre pensaba en prepararse con los actos
de religión, al último pasaje, y se condolió de no
haber obedecido a la Reina del Cielo, y en aquella caída reconoció
el castigo de su desobediencia.
“Pero la Piadosa Madre celeste se le apareció una segunda
vez cerca del lecho, y dulcemente reprochándole su desobediencia
le recordó la orden de hacerle la capilla, y partiendo lo dejó
perfectamente sano”.
Hasta aquí comenta lo antedicho la citada “Memoria”
La curación instantánea, que tuvo tantos testimonios, cuantos
eran aquellos que lo habían visto enfermo, o habían escuchado
hablar de él, por lo tanto todo el pueblo fue la prueba tangible
de la doble aparición y dio crédito a la palabra de Benedetto.
Por lo cual esta vez le fue favorable no sólo callar a su mujer,
sino tener ayuda de brazos y dinero para fabricar la Capilla, que pronto
se comenzó y se condujo a término.
La segunda parte de la Memoria es la confirmación del hecho de
la aparición con otras particularidades sobre el origen del Santuario,
hecho sobre el testimonio de tres hombres interrogados a propósito.
Dichos hombres Nicheroso Parodi, Bartolomeo Piccalunga y Franco Venando,
respectivamente de Cesino, de Morego y de Livellato, todos entre 85 y
cerca de 99 años de edad, los cuales declararon haber visto y conocido
a Benedetto Paretto, que andaba recolectando limosna por todo el valle,
diciendo querer edificar una Capilla en honor de la Virgen, de la cual
decía tenía orden de hacer...
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